Nos encontramos en el siglo XVI en el segundo año de reinado de Felipe II tras heredar la corona de Carlos V sin ninguna ceremonia y en sus habitaciones privadas.
Las historias sobre su “peculiar” ascensión al trono llenan las calles del reino de conspiraciones, mitos, verdades, cotilleos, etc… Y sus gestiones para con la corona son cuanto menos extrañas.
Mientras los pueblos más pobres siguen pasando penalidades y brotes de enfermedades asolan aldeas, en las capitales la vida es más amable y las riquezas que vienen de los confines del mundo no paran de llenar las arcas de los poderosos.
Una noche de invierno, una misiva llega hasta la cámara del monarca que, solamente al ver el lacrado de la misma, hace que se levante de su silla y un sudor frío le recorra toda la espalda.
Felipe II, Rey de Reyes, conquistador de medio mundo conocido, está temblando, pálido y asustado por un trozo de papel sin abrir.